martes, 4 de marzo de 2014

Cincuenta años de conversación anegados...

Se nos olvida, a diario, que sigue habiendo cosas que no podemos controlar.
De los muchos elementos que cumplen esta máxima escojo tres: el mal humor, la nostalgia y las olas de un cantábrico feroz .
Los tres son de lo más destructivo.

El mal humor te encierra en castillos interiores, lúgubres y con tenebrosas mazmorras a las que nadie quiere bajar; consigue aislarte y que te sientas prisionero del mundo cuando sólo lo eres de tu  propio yo.

La nostalgia te retiene en un pasado dichoso o que quizá lo es en nuestro recuerdo únicamente. Aun así, te impide ver con ojos nuevos tu presente luminoso: todo lo empaña ese vaho que tamiza tu visión del hoy, llenándolo de gris.

En estos dos casos en nuestra mano está el cambio: sonríe y darás luz a tu presente, convirtiendo tus sueños en una realidad posible.
-¿Dije fácil?
-No,sólo posible- me contestaron .
-Ah,bueno,como casi todo aquello que merece la pena...

Sin embargo al Cantábrico no podemos ponerle freno: ni al mar en general ni a este,tan mío,en particular.
Creemos, ilusamente, que su calma será eterna, que su plácido reflejo no esconde una furia contenida, que sus moderadas olas  aquellas que permiten a los caballeros del agua pasear a lomos  de una espuma brillante cualquier mañana del año y hacerlo sin hacer daño, no tendrá cambios.
Pero a veces la naturaleza explota, sin saber por qué, igual que nosotros y se desborda, arrasa,  arrastra y destruye todo a su  paso....Y nos sorprendemos.

¿No te has sorprendido, tú mismo, desbordado, arrasando, arrastrando y destruyendo todo a tu paso en un mal día ?Quizá lo que destrozamos sea menos (en apariencia) pero mucho más difícil de recomponer.
Medito cuantos bancos no habré arrancado de cuajo, cuantos lugares no habré anegado hasta impedir el paso o qué destrozo no habrá producido una desabrida y cortante respuesta...

La segunda playa- que no está-, el Cormorán-casi en desahucio-, la inexistente terraza del "Chiqui" y el paseo roto me sugieren que quizá el mar y cada uno no somos  tan distintos.Mientras contemplamos su recontruccion, tras valorar daños, pongámonos manos a la obra con la nuestra.




Me impresiona pensar que la próxima vez que vuelva a casa faltará además de mi padre su paseo; ése por el que tantas veces caminaron, hasta tomar su aperitivo juntos, cincuenta años de conversación.

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